Jesús Maraña es un periodista de la vieja escuela. Se bregó en las redacciones del diario Informaciones, Ya o el Mundo y colaboró con revistas como Tiempo o Tribuna. Dirigió Interviú y fue subdirector y director de Público hasta su desaparición en papel. Además, ha hecho radio y televisión donde es uno de los analistas políticos más destacados. En la actualidad es director editorial de Infolibre. Con él hablamos en Valencia del panorama mediático y político.
¿Existe un distanciamiento entre la sociedad y los grandes medios?
Absolutamente. Hay un paralelismo con la crisis de la política. En ambos mundos vemos una pérdida de credibilidad. La gente, igual que percibió que los políticos están condicionados por poderes no elegidos, también ha visto a los medios más cerca de esos poderes que de los ciudadanos. Nos alejamos de la gente y esa es la batalla que algunos estamos dando: recuperar la credibilidad.
Esa crisis de credibilidad se suma a la crisis económica y al cambio de modelo en los medios, ¿cómo ves la situación?
Están surgiendo formulas. Ahí estamos Infolibre, está Eldiario.es. Estamos en un laboratorio permanente, donde las costumbres de la gente para informarse evolucionan muy deprisa ligadas al cambio tecnológico. Los medios tienen que estar permanentemente evolucionando si quieren resistir pero creo que cada uno, con su modelo, tiene que tener una base sólida que haga evolucionar a su comunidad. Porque ir tú adaptándote a los gustos de la gente no lleva a ninguna parte. Hay que tener unos principios y crear comunidad entre periodistas y lectores.
Asistimos a una proliferación de medios digitales, ¿te recuerda esto a la proliferación de periódicos y revistas de la Transición?
Veo paralelismo como la incertidumbre y los miedos. Entonces era el miedo a la involución, ahora es al chantaje económico permanente. Es el uso del miedo para cortocircuitar la discrepancia, la crítica y ese control que debe ser la prioridad de un medio independiente. Pero ha cambiado tanto el panorama mediático, las posibilidades de información y de acceso a la información, que las diferencias son enormes. Entonces el poder podía ocultar una información. Hoy es tan difícil que emplean la saturación, tapar un dato importante con un amasijo de datos que ofrecen los propios poderes.
Lo mismo ocurre con esas grandes filtraciones como Wikileaks o los Papeles de Panamá
Esas filtraciones son muy positivas e interesantes para el derecho de la gente a informarse de lo que le afecta. Pero es tal el volumen de datos, solo los Papeles de Panamá fueron 11,5 millones de documentos, que es muy difícil administrar esa información para que no se pierda lo importante. Por eso necesitamos medios independientes que la jerarquicen, si no al final cala el nombre de un actor, de un deportista, cuando lo importante es esa empresa o aquel banco que a su vez están invirtiendo en la línea editorial de los grandes medios.
¿Cómo marcha Infolibre?
Estamos creciendo y haciendo más sólido el proyecto. Creemos que sobrevivir solo de la publicidad es imposible porque la tarta publicitaria es mínima. Qué ocurre, que muchos medios lo que hacen es sobrevivir con acuerdos opacos con empresas y bancos, y eso es difícil de compaginar con la independencia. Por eso apostamos por un pacto entre periodistas y lectores. Nosotros garantizamos que solo dependemos de los lectores, de los socios, y ellos a cambio tienen que dar valor a lo que hacemos.
En ese sentido, es imposible la independiente sin la complicidad de los lectores
Es básica. Estamos luchando contra grandes errores. Fueron las empresas periodísticas, aquí y fuera, las que creyeron que internet sería un gran negocio basado en una gratuidad que iba a traer ingresos publicitarios fantásticos. Y los periodistas recibimos internet como el enemigo que venía a quitarnos la función. Con el tiempo se ha demostrado que lo inteligente es utilizar las herramientas magníficas de internet para hacer mejor periodismo.
Vosotros, además, mantenéis con TintaLibre la apuesta por el papel
El papel va hacia abajo, pero nos molestaba esa unanimidad en matarlo sin dejar morir cuando toque. Creemos que puede seguir teniendo vida y nos pareció útil para acercar Infolibre a unas generaciones, muy interesadas por la información, pero educadas en el papel. Pensamos que un mensual como TintaLibre, de lectura tranquila, firmas de calidad y temas de investigación, podría servir de enganche. Nos parece interesante y me consta que en Francia y otros lugares algunos digitales se están planteando el proceso inverso y salir en papel.
El papel de algunos medios en la pugna política ha generado una fuerte polémica. ¿Cómo ves el fenómeno?
Aquí siempre ha habido una descompensación brutal entre el número de cabeceras conservadoras y progresistas. Pero, ¿cuál es la diferencia con otros países? Que en Francia se sabe que Le figaro es conservador y Libération en progresista, pero nadie puede imaginar que digan una mentira como una catedral. Aquí el problema no es de línea editorial sino de falta de escrúpulos. A ello se suma que la mayoría de las cabeceras están hipotecadas y ese condicionamiento económico marca su actuación editorial. Por eso se está produciendo un choque entre algunos medios como El País y unos lectores cabreados con los cambios en la línea de lo que consideran su periódico. Además hay empresarios de la comunicación y periodistas reconvertidos en ejecutivos que viven en una burbuja y no asumen que la realidad es digital y los cauces de información de la gente ya no dependen de su editorial.
¿Cómo va España?
El problema no es cómo, sino dónde. No es que lleváramos un año sin gobierno, es que llevamos años en que da igual quién gobierna porque las decisiones se toman en otro lugar. Y eso es un problema democrático. En lugar de corregir los excesos vergonzosos del capitalismo, se sigue culpando a quienes sufren la crisis. ¿A dónde vamos? Procuro no dramatizar. De hecho llevábamos casi un año sin gobierno y no se ha hundido nada, lo que demuestra que lo principal depende más del Banco Central, del petróleo, o de China, que de que Rajoy se levante una mañana y acierte o no. Pero tanto la vieja como la nueva política no terminan de ofrecer un proyecto seductor que toque las teclas importantes. Además, falta una renovación de la socialdemocracia y una limpieza de la propuesta conservadora agujereada por la corrupción. Aquí impera el pragmatismo del “mientras nos dejen seguimos”.
Supongo que cuarenta años de franquismo también siguen pesando
Cuando nos comparamos con otros países lo olvidamos. Somos una democracia jovencita y, además, muy condicionada por gente que no creía en ella pero se apuntó por pragmatismo.
¿Qué papel juegan los nuevos partidos en este contexto?
Al poder le tranquilizó que la movilización ciudadana se encauzara ya que Podemos trajo una cierta desmovilización de la calle. Ahora está en un purgatorio que no sabemos si lleva al cielo, al infierno o a ninguna parte. Tendremos que ver si se consolida con un proyecto claro. Por otro lado, el resto del tablero se ha visto afectado y estamos ante el enigma de saber si las piezas del bipartidismo resisten, se difuminan o se reconfiguran. Por el momento se echa de menos proyectos con mirada larga mientras asistimos a movimientos tácticos para ver quién engaña mejor, no solo a sus adversarios sino a los de su propio partido. Eso es peligroso porque puede frustrar muchas esperanzas.
(Entrevista publicada en Cartelera Turia, noviembre de 2016)