Rodolf Sirera: «Todo terminará arreglándose. Pero cada vez somos más mayores y nos moriremos antes»

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Rodolf Sirera. Foto: García Poveda

La televisión le ha apartado de los escenarios, pero Rodolf Sirera es uno de los referentes más veteranos de la dramaturgia valenciana. Más de 45 años de profesión y varios premios Max así lo acreditan. En febrero será protagonista de la cartelera valenciana con el estreno de Trio en el Rialto y el montaje en el Micalet de su ya clásico El verí del teatre.

Tener dos obras en Valencia es un lujo.

Ambas están relacionadas. Trío fue el encargo de unos actores que querían hacer El veneno, pero como se ha hecho mucho me pidieron otra obra. Así escribí Trío sobre unos actores que querían hacer el Veneno. Pero quienes me la encargaron no pudieron hacerla. Y se quedó en el cajón hasta que la publicó Bromera, ganó el premio de la crítica y a un productor se le ocurrió hacerla. Antes el Micalet había decidido montar El verí. Son producciones con dinámicas propias y no sabía que iban a coincidir. Fue una sorpresa.

Supongo que habrás visto los ensayos, ¿cómo se presentan?

El verí es un montaje clasicista, bien fundamentado sobre el trabajo de las actrices. No es la primera vez que la interpretan mujeres, pero a diferencia de otros montajes esta vez no me ha parecido raro que no fueran hombres, lo que es buena señal. Además, me ha gustado volver a verla en su lengua original. También me alegra que se ponga en marcha Trio y me parece bonito que lo hagan mi hija y mi cuñado, voluntariamente, sin que yo les haya involucrado en el proyecto. Creo que será una sorpresa porque es una obra muy divertida.

Ambas nos hablan del teatro, ¿sigue siendo un reflejo de la vida?

A final todo pivota sobre la representación, eso que inconscientemente hacemos a diario, pero que cuando se hace consciente nos permite ver ese reflejo con la realidad y descubrir cosas inimaginables. Ese juego teatral me ha gustado siempre. Con una magia añadida, porque en el teatro todo está sujeto con alfileres que en cualquier momento se pueden soltar y mostrar lo que hay detrás.

¿Cómo ves el panorama teatral?

Es difícil. Pero sin embargo en Madrid o Barcelona los teatros están llenos. En Valencia no tanto porque las programaciones han sido algo raras. Además es una ciudad lenta, sin población para que los espectáculos conecten inmediatamente. Pero cuando hay algo que interesa la gente responde. Y también hay teatros que funcionan, como los de la familia Fayos. Creo que las salas deberían hacer un pacto con el público, decirles claramente: «esto es lo que vamos a hacer”. Si ambas partes cumplen el pacto, la sala va bien.

¿Superará algún día la crisis?

No me gusta hablar de crisis. Es un buen momento creativo, pero difícil en lo económico. No solo por el IVA. Las propuestas han cambiado. Los grandes montajes de los primeros teatros públicos, donde la escenografía se lo comía todo, pasaron. Hoy el teatro es más ligero. La incorporación del audiovisual ha simplificado las escenografías. Y hay una cosa preocupante: cada vez hay menos personajes. Tengo textos que nunca se representarán porque superan los cinco personajes, una cifra que antes era irrisoria pero hoy es infranqueable.

Sin embargo, el sector no oculta su malestar.

Hay que dar tiempo para que ideas y equipos se consoliden. Pero si el tiempo se eterniza la gente se pone nerviosa. A ello contribuye la lentitud con que se hace todo. Hablamos de las instituciones, claro. Aunque los mecanismos obliguen a una cierta lentitud, las ideas deberían ser rápidas. Si las ideas se plantearan primero sería más fácil esperar. Pero nos movemos en medio de la niebla. Y los que esperan se desesperan, quizás porque había mucha ilusión. Todo terminará arreglándose. Pero cada vez somos más mayores y nos moriremos antes.

¿Hasta qué punto la televisión te alejó del teatro?

Al principio creía que si montas historias larguísimas para televisión, una obra de teatro no era nada. Pero no es verdad. Cuando te obligan a inventar contrarreloj, no te queda tranquilidad para que una obra sedimente, así que he escrito poco teatro. Una parte lo he escrito gracias al impulso de mi hermano Josep Lluis, con el que escribía conjuntamente. Y en algún caso por encargo. Pero mi vida de guionista está llegando a su fase final y me haría ilusión volver con algún texto. Estoy en ello, pero uno no decide el momento de creación.

Pero series como Amar en tiempos revueltos no te permitían esperar la inspiración.

Amar fueron 1.716 capítulos. Y antes 500 de El súper. Es bonito porque no trabajas solo, sino con gente y de ese confrontar ideas surgen cosas interesantes. Lo más agotador es la esclavitud del trabajo pautado en una serie diaria. Es una máquina que no puedes parar. Curiosamente, aunque llevo 25 años en televisión, he escrito pocos guiones. Lo que más he hecho es dirigir equipos. Cuando escribo guiones me lo paso bien, sobre todo en series de pocos capítulos. En series diarias es oficio, mecánica y disciplina.

Ahora estrenas una adaptación de La catedral del mar. ¿Qué tal la experiencia?

He hecho dos adaptaciones, La catedral y La sonata del silencio. Las eligió la productora y tú no estás para decir si te gusta o no, sino para ver si tiene posibilidades como audiovisual. Porque la narrativa literaria va por un lado y la audiovisual por otro. Una novela puede despachar tres años de un personaje con dos líneas, pero en un audiovisual hay que contarlo de otro modo. Pero tras estas dos experiencias tengo claro que si hago alguna cosa más me gustaría que fueran adaptaciones. O series semanales de corto recorrido.

Las series viven un boom, ¿son el sustituto de la novela?

En el fondo sí. Con una ventaja: si antes el lector esperaba a que saliera El Pueblo para leer el folletón de Blasco Ibáñez, ahora puedes ver la serie cuando quieras. Esto te acerca un poco al libro, que puedes leerlo cuando te dé la gana. Y permite una relación con la obra que ni siquiera el cine tiene. Además te posibilita profundizar más en los personajes, contar su entorno. Son más ricas creando universos.

Entre tus proyectos está Parany, una serie para la futura televisión valenciana. ¿En qué punto está?

En el limbo. Uno escribe teatro porque lo necesita, aunque no se monte. Pero un guion se escribe cuando hay posibilidad. Es una forma de dignificar la profesión y de exigir un compromiso a quien te lo encarga. En Parany la historia está, pero la serie no está escrita. Cuando realmente la televisión se ponga en marcha y empiecen a contratar proyectos nos plantearemos el escribirla. Antes no tiene sentido.

Volvemos al tiempo, ¿te ha hecho más escéptico?

El tiempo es jodido. El tiempo de la sociedad; el tuyo como ser humano, con un horizonte limitado. Y el tiempo de los proyectos, que a veces ves marchitar. Pero los gestores actúan como si el tiempo fuera una fuente sin fin. Y no es así. Soy realista, no escéptico. No hay que perder la ilusión, pero no hay que dejarse arrebatar por ilusiones sin base. Los milagros solo se producen en las películas.

(Publicada en Cartelera Turia, febrero de 2017)

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