Siempre he sido escéptico frente al destino. No creo en su pretendido carácter justiciero que nos auguran viejas sentencias empeñadas en asegurar, falsamente, que a todo cerdo le llega su San Martín. Por el contrario sí me fascina la asombrosa capacidad de sarcasmo que esconde el azar en sus caprichosos giros. Hace poco tuve ocasión de tropezar en la prensa con una de esas ironías del albur. Mientras todos se felicitaban por las medidas norteamericanas contra la crisis financieras y bendecían las primeras propuestas de la Unión Europa, una noticia nos informaba desde Bogotá sobre cómo la policía había recuperado un grabado robado de Goya de título significativo: Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer.
Estas insólitas combinaciones de la casualidad parecen contener en su paradójica presencia un extraño secreto difícil de desentrañar. Un fenómeno al que sólo están habituados los jugadores de póquer, curtidos por años de juego, conscientes con resignación de que, en ocasiones, del aleatorio ligar de naipes no sólo depende el resultado de una partida cuando la apuesta última es la vida.
A veces estas insospechadas relaciones entre los elementos más variados adoptan formas macabras. Poco podía imaginar Maurice Gibb que uno de los temas más conocidos de los Bee Gees acabaría siendo estudiado por la ciencia médica para hacer frente a paradas cardiacas como la que le provocó la muerte. Y es que la casualidad quiso que su famoso Stayin’ Alive, que invadió todas las discotecas de los 70 desde que lo bailó John Travolta, contuviera el ritmo ideal para efectuar un masaje cardiaco con el que contraatacar un infarto.
En otros casos, los encuentros inesperados adoptan tintes clarividentes. Los hados pueden así ponerse los mejores ropajes marxistas y bautizar a algún célebre banquero con apellidos tan esclarecedores como los que viste el máximo responsable del banco Santander, don Emilio Botín. Nos adentramos así por los derroteros de conexiones tan insospechadas como sospechosas. Como la aplaudida vinculación que se ha producido esta semana entre el aspirante a renovar el Imperio, Barack Obama, y el respetado Collin Powell responsable de banalidades como mentir sin reparos para invadir Iraq. O la curiosa afición que en los últimos tiempos se ha despertado en José Luis Rodríguez Zapatero por las lecturas de Jeffrey Sachs, experto en defender el capitalismo a golpe de electrochoque.
En fin, demasiadas coincidencias como para pensar que las advertencias de Goya sólo son una simple casualidad.
«Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer.» Son los mismos que tuve cuando salió ZP, dentro del mal el menor eso está claro, pero intuía que su ya clarísima tibieza al final de su primera legislatura no auguraba nada bueno para esta.. y queda más que confirmado por sus últimas declaraciones, una de ellas y no la menor
» El franquismo está absolutamente juzgado por la Historia.»… Apaga y vamonos!!!!
Del amigo de la Palacios( ahora esta «muchacha» se ha encapri$$ado de Sarko y Areva) , alias Powell, ya tampoco augura nada bueno allí… Desde aqui estamos confundidos creyendo que los dos partidos son tan diferentes, hay una derecha y una
extrema derecha… ni más ni menos…
Un beso José Manuel!
Muy interesante la entrada.
saludos