15M, la revolución que llegará antes de dos años


La mañana del 14 de abril de 1931, el socialista Fernando de los Ríos, esperanzado a la vista de los resultados electorales, se atrevió a realizar un vaticinio: la república sería proclamada en España antes de dos años. Ese mismo día, a las tres y media de la tarde, la bandera tricolor era izada en el Palacio de Comunicaciones de Madrid ante la mirada, sorprendida, primero, y eufórica después, de miles de madrileños que, poco a poco, fueron dirigiéndose hasta la Puerta de Sol para festejarlo. La monarquía había caído.

La anécdota la recuerda Josep Pla y, sin duda, es un buen ejemplo de cómo en ocasiones la realidad tiene la virtud de precipitar lo que sabemos inevitable y sin embargo, escarmentados por los desengaños acumulados, preferimos pronosticar para un futuro más o menos próximo. Algo de esa vivencia hemos tenido también tras el pasado 15 de Mayo y las jornadas que le han seguido. Lo que inicialmente se auguraba como una manifestación más o menos concurrida contra la corrupción, el hastío democrático y la asfixia por la crisis económica, acabó convirtiéndose en una catarsis colectiva que estremeció el país después de que la policía desalojara a un pequeño grupo de acampados en la madrileña Puerta del Sol. Un incidente menor que solo con plantear el anhelo de una Democracia Real Ya fue capaz de reintroducir de golpe el vocablo revolución en la agenda política y mediática española del siglo XXI.

El filósofo Santiago Alba Rico llegó a Madrid hace unas semanas procedente del Túnez revolucionario para conocer esta #spanishrevolution, término con que ha sido bautizado el proceso en las redes sociales como Twitter o Facebook. Recorriendo las callejuelas de cartón, madera y lonas de plástico que convierten la acampada de Puerta de Sol en una castiza Qasba madrileña, sigue con atención el desarrollo de una asamblea general que reúne a cientos de participantes desde última hora de la tarde. En su opinión hay pocas dudas sobre lo que está pasando estos días en España. “Lo que ha ocurrido es un milagro”, afirma. Eso sí, matiza, un milagro nada sobrenatural, porque “en el capitalismo lo que resulta milagroso es que las cosas ocurran como marcan las leyes de la naturaleza”. Y en una sociedad atenazada por los ajustes neoliberales, el desempleo, la presión del capital financiero y una clase política alejada de una ciudadanía a la que se le condena a retornar a la condición de súbdita, la primera ley de la naturaleza que parecía incapaz de cumplirse era la de la rebeldía.

En la Plaza Catalunya de Barcelona, reconquistada tras las cargas policiales, Esther Vivas sigue también desde primera línea los acontecimientos. Esta experta del Centre d’Estudis sobre Moviments Socials de la Universitat Pompeu Fabra, considera que el 15M y el fenómeno de las acampadas que se ha extendido por todo el país marcan “un punto de inflexión” tras un periodo de pasividad social que convocatorias como la huelga general del 29 de septiembre de 2010 apenas había alterado. “Estamos ante un renacimiento de la movilización”, comenta. “Desde que estalló la crisis, llevábamos varios años en que se veía esa necesidad de hacer frente a las políticas neoliberales. Y ha sido ahora con el fenómeno de las acampadas cuando se ha logrado poner en marcha un movimiento que ha conectado con amplios sectores sociales a partir de un discurso centrado en la crítica a la práctica política y al sistema financiero”, afirma.

Un discurso de carácter muy genérico,  con planteamientos no exentos de polémica, que es visto con suspicacia en algunos ámbitos de la izquierda. Su  apoliticismo, su recurrente mensaje del todos son iguales, o la ausencia de un planteamiento más marcadamente anticapitalista en la protesta, dejan una sensación agridulce entre algunos sectores de izquierdas. Al mismo tiempo, no es extraño que junto a activistas de izquierda y miles de ciudadanos sin militancia, también se encuentren entre los implicados en el movimiento individuos próximos a las tesis populistas de UPyD. Además, la propia fórmula organizativa, basada en un consenso asambleario que otorga capacidad de veto a un solo individuo disconforme, ha favorecido el perfil moderado de los planteamientos defendidos hasta el momento.

Con todo, el movimiento ha sido recibido por la mayoría de la izquierda y por amplias capas sociales como una auténtica agua de mayo para una democracia como la española que idealizó el proceso de transición a fuerza de ocultar muchas frustraciones bajo la alfombra de la historia. De hecho, los propios medios de comunicación, con la excepción de los sectores más ultraderechistas, se han encargado de presentar el 15M como esa bocanada de aire fresco que tanto necesitaban unas estructuras políticas asentadas sobre el bipartidismo. El periodista Pascual Serrano considera que su propia moderación explica la buena acogida que, una vez superados los primeros días de indiferencia, ha tenido el movimiento en los medios de comunicación. “El movimiento no se percibe como amenaza a ningún poder establecido. Por eso, cuando ven que las plazas están llenas los medios optan por un discurso de no agresión, ya que el ataque mediático, al igual que el policial podría incluso reforzar el apoyo social”, señala. “Ahora bien”, comenta,  “si los acampados iniciasen mañana una campaña para exigir un referéndum para nacionalizar la banca y comenzasen a reunir apoyos, seguro que la postura de los medios sería muy distinta”.

Por el contrario, aun admitiendo las limitaciones, Santiago Alba cree que el discurso que ha proyectado el 15M ha sido clave para conectar con amplios sectores de la población en un momento que se caracterizaba por la desmovilización y desmotivación social. “El movimiento ha asumido el discurso de lo políticamente correcto, del consenso, la integración y la democracia. Y al hacerlo ha logrado poner en evidencia la hipocresía de un sistema que incumple sistemáticamente los valores que dice representar”, señala. También Esther Vivas relativiza el bajo perfil ideológico que los acampados están proyectando. “Hay que tener presente que para muchos de los que participan en las acampadas y protestas se trata de su primera experiencia activista, pero eso no ha impedido que a través de su participación en los debates, muchos de estos jóvenes estén asumiendo la necesidad de ir más allá de los planteamientos iniciales”.

Sin embargo, el distanciamiento del movimiento respecto de algunos referentes clásicos de la izquierda provoca situaciones incómodas. Y no se trata solo del veto existente hacia cualquier simbología de la izquierda, sean banderas o consignas. También la insensibilidad o incomprensión del  movimiento hacia reivindicaciones clásicas despierta no pocas veces mutua desconfianza. Hace unos días, por ejemplo, los colectivos por la Memoria Histórica que tradicionalmente se han concentrado junto a Sol, vieron como sus reivindicaciones quedaban acalladas por la megafonía de los acampados, que solo les otorgaron una “tregua” de cinco minutos para hacer oír sus quejas. Paradójicamente, el mensaje de solidaridad con la lucha de los jóvenes lanzado por los familiares de las víctimas del franquismo, ni siquiera pudo ser escuchado por los asistentes a la asamblea. Algunos, sectores de los acampados también se han mostrado reacios a discursos como el feminista, llegando incluso a arrancar pancartas y obligando a los colectivos de mujeres a poner en marcha procesos de trabajo y debate en la propia acampada para contrarrestar estas posturas.

Todas estas contradicciones marcan el presente del movimiento y, sin duda, influirán la respuesta a los retos que deberá afrontar en el futuro. Un futuro que, además, conforme pasan los días vemos como no solo se verá determinado por que pase España, sino que también se estará necesariamente vinculado a las experiencias que se están registrando en otros países como Francia o Grecia. Unas experiencias que, sin embargo, están siendo prácticamente silenciadas por los grandes medios de comunicación españoles. Y es que tras las elecciones del pasado 22 de mayo, los medios hegemónicos han cambiado de táctica y han optado por retirar el 15M de las prioridades informativas. “Los medios están esperando que el movimiento se agote, que muera por muerte natural”, considera Pascual Serrano.

No deja de ser significativo al respecto cómo televisiones y periódicos han ido introduciendo en los últimos días un relato degenerativo del proceso.  De este modo, frente al discurso políticamente correcto de los revolucionarios españoles, el sistema político y mediático no recurre al ataque frontal y político, sino que echa mano de un contradiscurso sanitario. La propia carga policial en Barcelona se intentó presentar ante la opinión pública como un operativo encargado de dar cobertura a una actuación de limpieza. La represión no se presenta pues como la reacción del poder ante una amenaza de disidencia política, sino como la respuesta administrativa ante un problema de supuesta insalubridad. Discursos similares son planteados a diario  en Sol y otras plazas españolas para justificar el acoso a los acampados.

En cualquier caso, contrarrestar este nuevo tratamiento mediático es solo una de las cuestiones sobre las que tendrá que reflexionar el movimiento para afrontar el futuro. Y no necesariamente la más importante. Otra de las más prioritarias será la propia continuidad de las acampadas; una decisión nada sencilla dado el carácter simbólico que ha adquirido la ocupación de estos espacios durante el proceso. La plaza se ha convertido en lugar de reivindicación, pero también en espacio de afectividad colectiva, donde los participantes se sienten parte de un proceso. Santiago Alba recuerda lo duro que resultó en Túnez abandonar lugares como la Qasba, incluso después de haber logrado buena parte de los objetivos de la revolución. “Había que volver a la normalidad, y esa normalidad seguía siendo terrible, más aun después de haber vivido juntos una experiencia tan intensa”, señala. No obstante, a su juicio, los acampados españoles deberán asumir esa necesidad: “hay que volver a la normalidad”. Por lo pronto, Barcelona ya ha dado el paso de levantar las acampadas por la noche.

En cualquier caso, ese retorno a la normalidad no debe percibirse como renuncia o derrota, sino como apuesta para seguir profundizando en la consolidación del movimiento ciudadano. Un reto nada sencillo, como destaca Pascual Serrano: “o el movimiento va concretándose y organizándose más y mejor, o el tema se agota. No se puede estar haciendo política asamblearia e insistir en que se es apolítico. Habrá que concretar más las propuestas e identificar a quién se dirigen las reivindicaciones”. En este sentido, no oculta cierta dosis de escepticismo. “Por el momento el 15M sigue presentando muchas ambigüedades que si bien le han permitido canalizar la indignación existente y comprobar que hay un potencial de energía en la ciudadana, sin embargo siguen evidenciando que el movimiento todavía está muy verde”, comenta.

Esa concreción tiene en los aspectos organizativos uno de los aspectos más delicados. Porque en la práctica, el radicalismo asambleario y horizontalista, al confundir consenso con unanimidad, amenaza con bloquear una toma de decisiones al permitir que la minoría pueda paralizar posturas mayoritariamente asumidas. Al mismo tiempo, el funcionamiento asambleario ha dotado al movimiento de una farragosa y compleja estructura de comisiones y grupos de trabajo. Hasta tal punto que Santiago Alba ironiza al asegurar que “ningún gobierno del mundo tiene tantas secretarías y subsecretarías de estado como han surgido en este proceso, de forma que el asamblearismo ha terminado generando una estructura muy burocratizada”.

Por lo pronto, la apuesta del movimiento 15M ha sido tratar de enraizarse en la realidad a través de su expansión en asambleas de barrio y de pueblo. Para Esther Vivas esta iniciativa es acertada ya que “es necesario que el movimiento aterrice en el ámbito local, que tome territorialidad”. Para esta experta en movimientos sociales, el desafío está en implicarse en las diferentes dinámicas de resistencia a las políticas neoliberales. “La continuidad del movimiento pasa por lograr conectar con amplios sectores sociales, con sus luchas y experiencias. El reto está en vincularse a las luchas de los trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo, como los de Telefónica, con la movilización de los empleados de Sanidad en contra de los recortes, con las víctimas de los embargos hipotecarios, o con las reivindicaciones de los estudiantes y profesores”, destaca. Además, para Vivas, este proceso de convergencia tiene la potencialidad añadida de “afianzar vínculos y experiencias intergeneracionales”.

Pese a todos los escollos existentes, Santiago Alba es optimista ante el futuro. De hecho, se mostraba convencido de que “la acampada de Puerta de Sol pasará, pero el movimiento está en marcha”. En este sentido, destacaba el importante paso organizativo dado en esta dirección que ha supuesto el proceso de asambleas de barrio iniciado en las últimas semanas, así como la alta participación que se está registrando en estas reuniones realizadas por los distintos distritos de Madrid. “Las asambleas de los barrios y los pueblos pueden consolidar plenamente el movimiento pero, sobre todo, pueden ir sentando las bases para la constitución de un auténtico contrapoder ciudadano”, asegura.

Por lo pronto, el movimiento deberá afrontar una primera prueba de fuego para conocer el estado de su vitalidad el próximo 19 de junio. Ese día la ciudadanía está convocada a una nueva jornada de protesta para mostrar el hartazgo ante los nuevos planes de ajuste neoliberal incluidos en el Pacto del Euro que los gobiernos europeos tienen previsto ratificar  en Bruselas el próximo 27 de junio. Del éxito de esta movilización dependerá en gran medida el futuro mismo de este movimiento, así como sus posibilidades de ir confluyendo con el resto de movilizaciones que comienzan a expandirse por toda Europa.

Y, quién sabe, tal vez al final de esa jornada también estemos en condiciones de augurar parafraseando a Fernando de los Ríos, que antes de dos años la #spanishrevolution se habrá convertido en una realidad cargada con un potencial de transformación social que vaya mucho más lejos que un simple hashtag de Twitter.

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